¿Me recuerda, señor director? No lo creo, la edad no perdona y usted ya ha afrontado el apogeo de la vida. Le voy a refrescar la memoria, así que, cuando lea esto que a continuación le narro, concéntrese en la lectura, SÓLO en ella…
Me llamo Santiago y soy de la ciudad que me ha regalado el nombre, pero no la de aquí, sino la del otro lado del océano. Llegué a su centro cuando era muy chico, hace cinco o seis años, y usted se sorprendió porque había llegado sólo (igual creía, señor, que a mi madre le SOBRABA el tiempo para niñeces como llevar a su hijo a su nuevo colegio en su primer día aquí). Me preguntó dónde estaba ella, de dónde venía y qué hacía yo allí (¿qué hará un niño en un colegio? “No es muy avispado este señor director” pensé entonces). Le contesté a todo, con la claridad y brevedad posible a mi edad, pero su ceño continuó fruncido mientras yo y sus compañeros lo mirábamos atónitos. Minutos más tarde y con la cara de amargado que lo caracteriza me pidió el número de teléfono de mi madre, mas no TENÍA. Finalmente, mientras todos los niños se amontonaban en filas (de todo menos indias), me pidió usted que mi madre le hiciese una visita, y eso no era tan fácil. Por lo que su rostro reflejaba creí pensar que se quedó dando vueltas a lo que TENÍA a mi madre tan atareada, y estoy seguro de que tenía razón.
Llegué a casa, si así se le podía llamar, y hablé con mi madre. Me regañó, y vaya si lo hizo, repitiome una y mil veces que no tenía ni tiempo, ni ganas de hacerle una visita a un hombre que lo único que puede aportarle al ser humano el conocimiento teórico (cuánta razón tenía). Pero no me di por vencido y seguí insistiendo hasta que, no sé si por cansancio o equivocación ella acabó aceptando mi petición. Esa noche no concilié el sueño, estaba nervioso, aunque eso aquí y ahora no viene a cuento.
1 comentario:
grandisimo alex hay que facerlle publicidad e este sitio!!
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