Cuando todo parece ir a la perfección; tus amigos te apoyan, tienes a todas las chicas que deseas y más, tu familia está más o menos estable y te sientes un chico afortunado con tus notazas y tu cuerpazo. Día a día te vas haciendo un poquito más feliz hasta que llegas a ser un chico modelo para cuaquiera. Cierta mañana de domingo te levantas como siempre y te das cuenta de que hay algo diferente, tu madre no te tiene hecho el desayuno, tu padre no te está llamando para que espabiles porque quedaste con él para jugar un partidillo, en tu mobil ya no hay decenas de llamadas perdidas de tus amigas (de hecho, no lo encuentras por ningún lado) ni tienes a tus amigos del alma sentados en tu sofá esperando impacientes a que bajes. Si, algo ha cambiado, y creo que no como te gustaría. Tu madre entra en la habitación, te da los buenos días y dos besos. Tratas de devolver el saludo pero de tu boca no sale más que aire, quizá una afonía, o quizá una simple paranoia. Tu madre parece no estar muy interesada en la razón a pesar de que pone una cara un poco rara al ver tus labios moverse y no escuchar nada, probablemente le ocurra lo mismo que a ti. Sobre tu mesilla ves una pizarrita con un rotulador encima, te parece raro, pero había sido tu madre, seguro; la coges y la guardas en un cajon con el propósito de no volver a verla. Abres el armario y coges la ropa que te vas a poner, vaqueros y camiseta, y observas que, sobre tu escritorio se halla una especie de libro muy, muy gordo. ¿Qué ha pasado en mi habitación mientras dormía? De momento no ha ocurrido nada peligroso asi que decides mantenerte callado. Te duchas, desayunas y te vas a la sala, donde tu padre está viendo un partido de hockey. Te sientas e el sillón y simulas que atiendes al partido a pesar de que no te interesa lo más mínimo y lo que tu deseas es salir a jugar un partido de baloncesto no estar sentado viendo como corren unos jugadores. Tu padre detecta algo extraño en ti, quizá que no le hayas hablado, así que te pregunta que pensabas hacer a lo largo del día. De nuevo de tu boca no sale palabra alguna y tu padre se apresura a decir indeciso lo siguiente: ¿la pizarra?Se referirá a la que has metido en el cajón, o tu padre también se ha vuelto loco. De todos modos, no tienes ganas de ponerte a pensar por la mañana asi que coges un papel y escribes: "estoy afonico, no me sale la voz" y se lo muestras a tu padre. De un salto se levanta de sus aposentos y corre gritando el nombre de tu madre. Se pasan algo más de media hora hablando, seguramente sobre como tratar tu afonía mientras tu zappeas un poco y esperas el veredicto. Al finalizar el tiempo de charla tu madre se acerca a ti y te dice que vayas hacia el coche. Te gustaría saber a donde vas pero como tu voz sigue sin salir te mantienes callado. Supones que te llevaran al centro médico o como mucho, al hospital. Pasas por delante del centro médico, el coche no se detiene; pasas por delante del hospital, sigue sin detenerse. Entonces, ¿a donde vamos?. Buscas una hoja para escribir pero no encuentras nada, tu única opción es callar y esperar. Tras unos largos minutillos es vehículo se detiene, tus padres bajan y tu, les sigues. Entras en un edificio, subes miles y miles de escaleras y entras en un piso parecido a la consulta de un dentista, muy bonito pero sabes que va a doler… Tus padres te presentan a un hombre, con barba y aspecto bonechón, podríamos decir que era Papa Noel en carne y hueso. Él te saluda y tu le levantas la mano para agradecerselo aunque ya ni intentas soltar alguna palabrita. Sin comerlo ni beberlo tienes que tragarte un discurso de tres pueblos sobre lo mucho que vales y que debes relacionarte y no hundirte nunca, o al menos eso crees porque habías dejado de atenderle cuando a los tres minutos viste una mosca… Te vas de alli sin hablar con nadie, llegas a casa y te acuestas, ha sido un día muy raro, para olvidar. Te acuestas pensando en que mañana será otro día verás a tus amigos aunque sea en clase y te podrás chulear un rato ante las chicas…Llegas al instituto, nadie te dirige la palabra ¿que pasa?, la gente se dedica a no mirarte y mucho menos hablarte. Sin mediar palabra con nadie entras en clase, alli todo debe ser normal, tu te pasas toda la clase con la mano levantada mientras el resto se aburre un rato. Al principio bien pero, cuando la profesora hizo una preguta en alto y tan solo tu tenias la mano alzada, no te dio la palabra como de costumbre, sino que cambio de tema y prosiguió con la explicación. Al salir de clase fuiste a la esquina donde siempre quedabas co tus colegas para hablar y echar unas risas. Cuando te vieron llegar, y con una excusa muy poco creible, huyeron cual alma que lleva el diablo. Ahora las chicas ya no te guiñaban un ojo para que fueras a junto de ellas sino que ponían cara de asco y giraban la cabeza bruscamente. Recordabas perfectamente que tu aspecto era el mismo ya que antes de ir a clase te mirabas en el espejo de tu habitación para corregir pequeños detalles en tu imagen, cada vez entiendes menos.Al fondo del interminable pasillo ves a alguien a quien no habias visto nunca, es una chica, debe ser nueva, no recuerdas haber hablado con ella. Mientras te planteabas si acercarte a ella o no, la chica se va acercando poco a poco a ti, hasta llegar a un punto en que respirais un mismo aire. Te sientes un poco avergonzado ya que no puedes hablarle pero, de hecho, ella tampoco lo hace… Se dedica a mirarte fijamente, de una manera muy diferente a como te miran el resto de chicas, no solo clava su mirada en la tuya, sino que penetra más adentro, llega a tocar ese corazoncito que tan pocas veces habías utilizado como una potente maquina de infrarrojos que te atraviesa. Eres incapaz de girar la cabeza y dejar de mirarla a los ojos, no puedes mover ni un milimetro tus ojos ya que vuestras pupilas son paralelas unas con las otras, no puedes ver el color de sus ojos, pues tu mirada está dirigida hacia su interior, no es alta, ni delgada, ni baja, ni gorda; es ella. El infinito convertido en un segundo y un segundo convertido en infinito es el tiempo que pasais mirandoos de la misma manera, simetricamente como un buen arquitecto, los ojos no son iguales; las miradas sí. Entonces, y si saber por qué, tu brazo se encuentra sobre sus hombros y el suyo sobre tu cintura; sin dejar de miraros…
El timbre suena, como un hasta siempre ella se aparta de ti y tú dejas de mirarla y, como habia aparecido, se va perdiendose por ese interminable pasillo… No sabes lo que ha pasado pero tampoco quieres saberlo, lo que importa es que has vivido algo increíble e inigualable, lo que importa es que, en el dorso de tu mano encuentras escrita una frase: Ambos tenemos el mismo problema. Es posible que no exista la magia, es posible que no exista el infinito, pero perdonen que dude que alguien pueda negar la existencia del amor.
“Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón”William Shakespeare
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