jueves, 22 de enero de 2009

Guan, chu, zri… Salen al escenario y la canción empieza, la gente comienza a rugir y a dejarse las cuerdas vocales tiradas por el suelo. Todos, sin excepción, cantan y bailan al son de la música. Tú te encuentras en una esquina, al fondo y prácticamente no ves nada. La verdad, no te importa, solo estás allí para pasar el rato, ni siquiera te gusta la música. Te habían regalado dos entradas y, para no tirarlas, habías decidido buscarte una pareja e ir a intentar disfrutar de su compañía. Te dieran los pases un mes atrás pero, por mil y una razones y excusas, no habías logrado encontrar a nadie que te acompañase así que, muerto por la desesperación, se los habías regalado a un mendigo que pedía a las puertas de la catedral.Tienes muchas dudas quizá sería mejor largarse de allí y echarse en cama esperando el comienzo de una nueva vida, pero como no tienes sueño, decides quedarte y esperar a ver si tu alma gemela se encuentra en la otra esquina del lugar. Pasa los minutos y con ellos las canciones y nadie se acerca a ti. La multitud se encuentra apelotonada en diez míseros metros cuadrados y tú tienes para ti solito otros inmensos diez metros cuadrados. A pesar de la afonía aguda que muchos sufren todos siguen cantando y saltando y tu, harto de vivir, echas u vistazo a tu alrededor a ver si hay alguien que no disfrute y así poder acercarte a él pero no encuentras a nadie.Cuando el repertorio se ha acabado y comienzas a desvanecerte la multitud pide a grito una canción más, y lo dicho, una más. A caballo entre el alivio por el final y la desesperación por darte cuenta de que no eres nada ves a una chica de dulces rasgos, y como no tienes nada que perder, te acercas a ella. Por el camino piensas en que la noche se podía estar salvando, en que aquella joven tiene un brillo especial en los ojos… En ese momento dejas atrás el resto de tu vida y tan solo puedes pensar en qué sucederá con la muchacha. Cuando tan solo te encuentras a dos pasos de ella y las dudas de qué decir se asoman observas que un chaval se acerca a ella, la saluda, la abraza… y la besa. Vuelves a esa esquina donde habías pasado toda la noche, las lágrimas resbalan por tus mejillas. Te das cuenta que la soledad te ha absorbido y te sientas… te sientas para nunca jamás levantarte…

“Vivimos como soñamos, solos” :( Joseph Conrad

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