jueves, 22 de enero de 2009

La luna vestirá de argento la mar cuando el sol al fin se esconda tras las montañas, cuando las nubes tornen sus colores al son del silbido del viento, cuando las estrellas comiencen a brillar en el cielo, cuando los árboles se transformen en gigantes sombras tenebrosas, cuando tus ojos se conviertan en espejos de esa luna llena de estío y, por tu pálida piel, comiencen a resbalar diminutos cristalitos de Bohemia, tan duros como el plomo y tan frágiles como tu dolorido corazón…

Cristales rotos por la rabia, el dolor, la tristeza, la desolación, la amargura y el amor de no poder hablarte, contarte, pensarte, amarte, decirte…

Cuando en el mar se refleje la luna, en mis ojos se reflejarán los tuyos; cuando el sol se esconda tras las montañas, tú me estarás protegiendo del dolor; cuando las nubes cambien su color, mis labios tendrán tu mismo brillo; cuando las estrellas comiencen a brillar, nuestros brazos encontrarán su último destino; cuando los árboles se transformen en gigantes sombras, no necesitaré buscarte, pues siempre estarás a mi vera; cuando mis ojos sean espejos y mis lágrimas cristales invisibles, sobrarán palabras y actos, seremos solo tú y yo atrapados en una misma bola de cristal de la que jamás saldremos…


Gracias por hacerme sufrir…


"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas." Pablo Neruda

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